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viernes, 18 de enero de 2013

Historia de la Iglesia de Adra...

El quince de octubre de 1501 se sanciona en Granada la elección parroquial de la diócesis granatense, en la que se encuentra la de Santa maría de la Encarnación de Adra, a cuya jurisdicción pertenecerá hasta el año 1956, en que pasa al Obispado de Almería.
La iglesia de Adra se sitúa dentro del primitivo recinto amurallado que mandó construir en 1505 la Reina Juana I coincidiendo con la concesión de "Privilegios y Exenciones Fiscales".
La primitiva iglesia consistía en un templo de nave única, cubierto con armadura y torre a los pies, que cobijaba en su parte inferior la capilla bautismal. Esta iglesia tendría su emplazamiento en el espacio que hoy ocupa la nave central.
El considerable aumento de población que se produce en Adra con la pesca de jábega y, especialmente, a raíz de la introducción del cultivo de la caña de azúcar en las últimas décadas del siglo XVI hará que este templo se quede pequeño, por lo que en 1595 el arzobispo D. Pedro de Castro decretó su ensanche. La ampliación, que se llevó a cabo en la última década del siglo XVI, consistió en adosar a la primitiva iglesia una cabecera con un perímetro exterior rectangular que engloba el transepto, la capilla mayor y dos salas colaterales. Las cubiertas se resolvieron con bóvedas de ladrillo y sin tejados, para evitar que la iglesia se incendiase en un posible ataque de corsarios. Pese a su emplazamiento que se encontraba dentro del recinto amurallado de la villa, la condición de población costera de ésta, situada en la frontera marítima frente al Islam, hacia necesario adoptar este tipo de medidas preventivas.
La toma de la villa de Adra el 14 de octubre de 1620 por una flota turco-berberisca, demostró que la amenaza marítima era real. Durante el asalto saquearon la iglesia “y a todo pegaron fuego y con tales deseos que a no ser de bóveda quedara irremediable…”.
Entre las tallas que quemaron se hallaba una de San Nicolás, lo que prueba la antigüedad de la devoción a este santo desde antiguo, que no sería sin embargo convertido en patrón oficial hasta el año 1865. En el asalto, los piratas turcos arriaron las tres campanas para llevárselas como parte del botín, aunque la más grande la abandonaron en la Puerta del Mar por no poder transportarla.

El estado de ruina que presentaba y el miedo a nuevos ataques, harán que el arzobispo D. Garcerán Albanell acuda de inmediato a su reparo y, entre otras medidas, decreta “que se haga un parapeto encima de lo alto de la yglesia lo que fuere suficiente para que la gente que subiere a lo alto de la iglesia esté sigura de los moros…” Las obras, que se llevaron a cabo entre 1621 y 1623, consistieron en dos antepechos, uno que circundaría las bóvedas de los brazos del transepto y capilla mayor, y otro ochavado sobre el crucero, con dos saeteras en cada lado. Con ello se acentuó el carácter de iglesia-fortaleza que ya tenía el templo tras la construcción de la cabecera.
El crecimiento económico del siglo XVIII tuvo como consecuencia inmediata un aumento de la población, por lo que otra vez el templo quedó pequeño. La nueva ampliación se hizo en la segunda mitad de esta centuria y estuvo marcada por retraso y problemas en la ejecución. Consistió en el derribo de la iglesia de principios del siglo XVI y la construcción de las tres naves actuales. En la cabecera se aumentó la profundidad de la capilla mayor y la sacristía, al tiempo que se levantó la nueva torre en el actual emplazamiento.
A comienzos del siglo XIX se construye el camarín y es posible que sea entonces, o tras la última ampliación, cuando pasó la titularidad de la parroquia a la Inmaculada Concepción, que ya contaba en 1591 con una cofradía.
En 1804, un nuevo acontecimiento trágico afectó al templo parroquial. El 25 de agosto se produjo un terremoto de gran intensidad que fracturó los arcos y la torre, quedando el templo sin uso. En los años posteriores se arreglaron los desperfectos y se derribó la torre, que se volvió a levantar siguiendo en el cuerpo de campanas el modelo de las torres de la iglesia de Albuñol.
A partir de entonces, las obras realizadas estuvieron encaminadas al mantenimiento del edificio, y en poco van a cambiar su fisonomía hasta la actual restauración.
Entre la numerosa imaginería que conserva el templo parroquial de Adra, destaca la talla del Cristo de la Expiración, situada en la antigua capilla del vicario D. Juan Ginés de Espinosa.
El 30 de diciembre de 1622 se registró, mediante protocolo notarial, el contrato entre el licenciado Juan Ginés de Espinosa y el escultor Alonso de MENA, para la hechura de un Cristo, y otra de San Sebastián con sus andas, que tendrían que estar acabadas en agosto de 1623. La realización de estas tallas se inscribe dentro del programa de reconstrucción de la iglesia parroquial que siguió al asalto turco-berberisco de 1620, puesto que del saqueo solo se pudo salvar una imagen de la Virgen y la Custodia.
Resulta comprensible que se acudiera para la contratación de nuevas imágenes al escultor que poseía el taller más importante de la ciudad de Granada en esos momentos y que, además, estaba vinculado familiarmente con nuestro pueblo, ya que su esposa, Dª Juana de Medrado y Cabrera, era natural de Adra y poseía propiedades en ella.

En 1804 la iglesia sufrió importantes daños causados por un fuerte terremoto sobre todo en el último cuerpo de la torre del campanario.

El cementerio viejo, localizado en las traseras de la iglesia al final de la calle "La Gloria" se mantuvo hasta que fue trasladado a su emplazamiento actual hacia 1833, debido a su escasa capacidad y a los consiguientes problemas de salubridad.
Uno de los principales elementos de la iglesia, fue el órgano, reparado en 1880 por encargo de Tomás Heredia. Por su teclado pasaron personalidades como Oscar Camps, célebre pianista y compositor catalán que fue durante varios años organista titular de la iglesia y director de la banda de música de Adra.
A Oscar Camps y López le sustituye un discípulo suyo, Leopoldo Segado Aquino, al marchar el músico catalán a ocupar en 1879 la plaza de organista de la catedral de Manila en Filipinas.

Segado Aquino, que había sido profesor del conservatorio de música de Valencia, tuvo una alumna aventajada que con el tiempo también se convirtió en organista improvisada, dada su capacidad musical y su gran actividad vital en pro de la organización de actuaciones musicales para recaudar fondos para destinarlos a los más desfavorecidos: Matilde Cano Rodriguez, madre del genial compositor Angel Ortíz de Villajos Cano.

El órgano de la iglesia fue destruido en la madrugada del 20 de marzo de 1934 tras un incendio provocado en el que la iglesia quedó destruida parcialmente así como algunas imágenes como el Cristo en el santo Sepulcro. El Cristo de la Expiración resultó seriamente dañado y fue trasladado a Granada para su restauración. La imagen de la Inmaculada Concepción protegida por una cristalera en su camarín, se salvó de las llamas aunque la cristalera reventó.

La mayor parte de las figuras e imágenes de la iglesia se salvaron gracias a la labor de las hermanas Dolores y Genoveva Pérez García. Hijas de Tomás Pérez Aquino y primas hermanas de Leopoldo Segado Aquino, escondieron buena parte de los santos y demás imágenes en los bajos de su casa (Natalio Rivas 1) durante la contienda.

Conocida esta decisión por los más extremistas, recibieron la orden de devolver las imágenes a cambio de salvar su vida. Tras una dura negociación en la que aprovecharon su influencia en el grupo por haber sido catequistas de muchos de ellos, los exaltados acceden a llevarse las imágenes de San Nicolás (que fue tristemente ahorcada y destruida) y la de San Marcos (que corrió la misma suerte) a cambio de respetar otras más valiosas como la de la propia Inmaculada Concepción.
 
Desde el 20 de marzo de 1934 hasta pasada la Guerra Civil, la iglesia, que fue convertida en un almacén, no volvió a ser sede de ningún acto religioso.

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