
El quince de octubre de 1501 se sanciona en Granada la
elección parroquial de la diócesis granatense, en la que se encuentra la de
Santa maría de la Encarnación de Adra, a cuya jurisdicción pertenecerá hasta el
año 1956, en que pasa al Obispado de Almería.
La iglesia de Adra se sitúa dentro del primitivo
recinto amurallado que mandó construir en 1505 la Reina Juana I coincidiendo
con la concesión de "Privilegios y Exenciones Fiscales".
La primitiva iglesia consistía en un templo de nave
única, cubierto con armadura y torre a los pies, que cobijaba en su parte
inferior la capilla bautismal. Esta iglesia tendría su emplazamiento en el
espacio que hoy ocupa la nave central.

La toma de la villa de Adra el 14 de octubre de 1620
por una flota turco-berberisca, demostró que la amenaza marítima era real.
Durante el asalto saquearon la iglesia “y a todo pegaron fuego y con tales
deseos que a no ser de bóveda quedara irremediable…”.
Entre las tallas que quemaron se hallaba una de San Nicolás, lo que prueba la antigüedad de la devoción a este santo desde antiguo, que no sería sin embargo convertido en patrón oficial hasta el año 1865. En el asalto, los piratas turcos arriaron las tres campanas para llevárselas como parte del botín, aunque la más grande la abandonaron en la Puerta del Mar por no poder transportarla.
Entre las tallas que quemaron se hallaba una de San Nicolás, lo que prueba la antigüedad de la devoción a este santo desde antiguo, que no sería sin embargo convertido en patrón oficial hasta el año 1865. En el asalto, los piratas turcos arriaron las tres campanas para llevárselas como parte del botín, aunque la más grande la abandonaron en la Puerta del Mar por no poder transportarla.
El estado de ruina que presentaba y el miedo a nuevos ataques, harán que el arzobispo D. Garcerán Albanell acuda de inmediato a su reparo y, entre otras medidas, decreta “que se haga un parapeto encima de lo alto de la yglesia lo que fuere suficiente para que la gente que subiere a lo alto de la iglesia esté sigura de los moros…” Las obras, que se llevaron a cabo entre 1621 y 1623, consistieron en dos antepechos, uno que circundaría las bóvedas de los brazos del transepto y capilla mayor, y otro ochavado sobre el crucero, con dos saeteras en cada lado. Con ello se acentuó el carácter de iglesia-fortaleza que ya tenía el templo tras la construcción de la cabecera.
El crecimiento económico del siglo XVIII tuvo como consecuencia
inmediata un aumento de la población, por lo que otra vez el templo quedó
pequeño. La nueva ampliación se hizo en la segunda mitad de esta centuria y
estuvo marcada por retraso y problemas en la ejecución. Consistió en el derribo
de la iglesia de principios del siglo XVI y la construcción de las tres naves
actuales. En la cabecera se aumentó la profundidad de la capilla mayor y la
sacristía, al tiempo que se levantó la nueva torre en el actual emplazamiento.
A comienzos del siglo XIX se construye el camarín y es
posible que sea entonces, o tras la última ampliación, cuando pasó la
titularidad de la parroquia a la Inmaculada Concepción, que ya contaba en 1591
con una cofradía.

A partir de entonces, las obras realizadas estuvieron
encaminadas al mantenimiento del edificio, y en poco van a cambiar su fisonomía
hasta la actual restauración.
Entre la numerosa imaginería que conserva el templo
parroquial de Adra, destaca la talla del Cristo de la Expiración, situada en la
antigua capilla del vicario D. Juan Ginés de Espinosa.
El 30 de diciembre de 1622 se registró, mediante
protocolo notarial, el contrato entre el licenciado Juan Ginés de Espinosa y el
escultor Alonso de MENA, para la hechura de un Cristo, y otra de San Sebastián
con sus andas, que tendrían que estar acabadas en agosto de 1623. La
realización de estas tallas se inscribe dentro del programa de reconstrucción
de la iglesia parroquial que siguió al asalto turco-berberisco de 1620, puesto
que del saqueo solo se pudo salvar una imagen de la Virgen y la Custodia.
Resulta
comprensible que se acudiera para la contratación de nuevas imágenes al
escultor que poseía el taller más importante de la ciudad de Granada en esos
momentos y que, además, estaba vinculado familiarmente con nuestro pueblo, ya
que su esposa, Dª Juana de Medrado y Cabrera, era natural de Adra y poseía
propiedades en ella.
En 1804 la
iglesia sufrió importantes daños causados por un fuerte terremoto sobre todo en
el último cuerpo de la torre del campanario.
El cementerio viejo, localizado en las traseras de la iglesia al final de la calle "La Gloria" se mantuvo hasta que fue trasladado a su emplazamiento actual hacia 1833, debido a su escasa capacidad y a los consiguientes problemas de salubridad.

A Oscar
Camps y López le sustituye un discípulo suyo, Leopoldo Segado Aquino, al
marchar el músico catalán a ocupar en 1879 la plaza de organista de la catedral
de Manila en Filipinas.
Segado Aquino, que había sido profesor del conservatorio de música de Valencia, tuvo una alumna aventajada que con el tiempo también se convirtió en organista improvisada, dada su capacidad musical y su gran actividad vital en pro de la organización de actuaciones musicales para recaudar fondos para destinarlos a los más desfavorecidos: Matilde Cano Rodriguez, madre del genial compositor Angel Ortíz de Villajos Cano.
El órgano de la iglesia fue destruido en la madrugada del 20 de marzo de 1934 tras un incendio provocado en el que la iglesia quedó destruida parcialmente así como algunas imágenes como el Cristo en el santo Sepulcro. El Cristo de la Expiración resultó seriamente dañado y fue trasladado a Granada para su restauración. La imagen de la Inmaculada Concepción protegida por una cristalera en su camarín, se salvó de las llamas aunque la cristalera reventó.
La mayor parte de las figuras e imágenes de la iglesia se salvaron gracias a la labor de las hermanas Dolores y Genoveva Pérez García. Hijas de Tomás Pérez Aquino y primas hermanas de Leopoldo Segado Aquino, escondieron buena parte de los santos y demás imágenes en los bajos de su casa (Natalio Rivas 1) durante la contienda.
Conocida esta decisión por los más extremistas, recibieron la orden de devolver las imágenes a cambio de salvar su vida. Tras una dura negociación en la que aprovecharon su influencia en el grupo por haber sido catequistas de muchos de ellos, los exaltados acceden a llevarse las imágenes de San Nicolás (que fue tristemente ahorcada y destruida) y la de San Marcos (que corrió la misma suerte) a cambio de respetar otras más valiosas como la de la propia Inmaculada Concepción.
Desde el 20 de marzo de 1934 hasta pasada la Guerra Civil, la iglesia, que fue convertida en un almacén, no volvió a ser sede de ningún acto religioso.
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