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jueves, 31 de enero de 2013

Estrechuras de Guainos

Toda provincia esconde siempre rincones sorprendentes y desconocidos. Parajes que se presentan como el lugar ideal para perderse sin tener por ello que alejarse demasiado de un casco urbano. Ese es, precisamente, el caso de Las Estrechuras de Guainos, un bello desfiladero encajado en la rambla de Guainos, barrio del municipio almeriense de Adra, muy próximo al límite de la provincia de Almería con Granada.
 
Las Estrechuras de Guainos, como se conoce a la zona popularmente -en el cartel oficial que señala el camino a seguir para llegar hasta el desfiladero se recoge la definición La Angostura- es algo así como la columna vertebral de una rambla que nace en Turón (Granada) y viene a morir en la playa a cuya orilla se levanta Guainos Bajos.
 
Para iniciar la ruta por las estrechuras es necesario prescindir de cualquier vehículo motorizado y emprender el camino a pie. Eso sí, el visitante no deberá olvidar equiparse con un calzado cómodo y, a ser posible, resistente al agua. Y es que en Las Estrechuras de Guainos, el agua rivaliza en protagonismo con el espectáculo de grandes montañas que, a uno y otro lado del angosto pasillo natural, parecen querer unir sus paredes en un pétreo abrazo.
 
Basta comenzar a recorrer el pedregoso sendero del desfiladero para intuir la presencia de un agua que siempre es fiel al lugar. Al principio el camino está seco, pero apenas unos metros más allá, el suelo empieza a humedecerse. Es el anuncio de un pequeño caudal de agua cuya centenaria perseverancia ha logrado moldear la roca hasta esculpir la galería que sorprende al caminante.
Anchurones dominados por la frescura de alamedas, acequias y huertos y progresivas estrecheces, que en algunos momentos dan lugar a angostas gargantas a las que hay que tener respeto, se confabulan para dotar de mayor atractivo a una ruta que acoge también vestigios de un pasado carente de la actual sofisticación tecnológica. Ejemplo de eso es el testimonio de un antiguo molino de agua, hoy en desuso.
 
El ronronear del agua y la mezcolanza de cantos de aves diversas son los únicos sonidos que se atreven a violentar un silencio natural que llega a inquietar el alma del urbanita.
La rambla de Guainos goza de una particular flora dominada por la adelfa y el taray. Las chumberas también dominan parte del paisaje, pero eso es en las inmediaciones de Guainos Altos, el pequeño núcleo de población que hay que dejar a la derecha, arriba de la rambla, para llegar hasta el desfiladero.
 
En cuanto a la fauna, algunas de las especies más característas son el sapo corredor, el lagarto ocelado y el búho real. Eso, sin olvidar a la cabra montés y al jabalí, conocidos de sobra por los lugareños que tienen la gentileza de advertir al visitante aventurero de la posibilidad de encontrarse con algún ejemplar de estos dos animales.
 
Para disfrutar de un paseo por la naturaleza merece la pena adentrarse en Las Estrechuras de Guainos. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el recorrido presenta algunas dificultades y que no es el lugar más apropiado para pasar un domingo relajado con niños pequeños. La ruta, sin ser excesivamente complicada, requiere confiar en unas piernas predispuestas a patear durante unas horas un escarpado camino de agua y piedras y obliga a mantener despierto el sentido de la prudencia.
Pero, dejando de lado el pequeño esfuerzo que supone sortear un estrecho sendero cuajado de piedras humedas, cuando no sumergidas bajo el agua, el paseo tiene en todo momento su recompensa. Sobre todo, si se sabe apreciar la existencia de un rincón prácticamente desconocido. Un rincón escondido en las estribaciones de Sierra Nevada y, sin embargo, tan próximo al Mediterráneo.
 













 

martes, 29 de enero de 2013

Personajes I: José Martínez Álvarez de Sotomayor

José Martínez Álvarez de Sotomayor (1880-1947): Aunque nacido en Cuevas de Almanzora, este ilustre poeta tiene un importante reconocimiento en nuestro municipio puesto que es el autor de “Canto a Adra” presentada en el cinema Oriental el 8 de septiembre de 1934, con motivo de la celebración de la fiesta poética "Flor Natural". En sesión ordinaria celebrada por el Pleno del Ayuntamiento el dia 17 de septiembre de ese año se acuerda nombrar a Alvarez de Sotomayor hijo adoptivo de la ciudad, tras su recital de poesías “Rudezas y alma campesina”.

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Alvarez de Sotomayor


El fragmento más conocido de la poesía que luego fue convertida en letra para una canción con música de pasodoble, dice así:

ADRA linda gaviota
que blanqueó su nidar
la espuma de una ola rota
y más que asentada, flota
junto a la orilla del mar.
ADRA, la andaluza eres
de tan óptimos manjares
que en la sed de los quehaceres
da de beber a sus mujeres
azúcar de sus cañares.
Que siempre fuiste codicia
de la invasión extranjera
desde que la gran Fenicia
sintió la dulce caricia
de tu eterna primavera.
Jamás se vieron mermadas
tus fuentes de regadío;
que al pié de Sierra Nevada
con el llanto de Granada
se va formando tu río.
Dios puso en ti sus amores
Y te dio gracias tan finas
Y tan extraños favores
que nunca acaban tus flores
ni se van tus golondrinas

En la década de los setenta, el músico abderitano Juan Mena, afincado en Barcelona grabó un disco con esta poesía, convertida casi en himno local.

domingo, 27 de enero de 2013

Un día especial

Hoy es un día especial, han pasado 2.921 días desde aquel 27 de enero de 2005, un año en el que todos los abderitanos nos despertamos con algo que no ocurría desde hacía décadas.
 
Un día especial... un día en el que el trasiego de las primeras horas de la mañana se ralentizó. Ese día no importaba llegar 10 minutos tarde al trabajo, no pasaba nada si los niños no iban al colegio o no había clase en los institutos.
 
Un día especial...un día en el que no había otra cosa de la que hablar, otro tema de conversación que no fuera cómo te habías dado cuenta y a qué hora.
 
Un día especial...un día en el que la ciudad se paralizó, había que disfrutar de aquel acontecimiento saliendo a la calle para ver ese espectáculo único, digno de ver, al que los abderitanos no estamos acostumbrados.
 
Un día especial...un día especial para mí, porque tal día como hoy cumplía dieciocho años y ocurría esto:
 
 







sábado, 26 de enero de 2013

El Cerro de Montecristo

Gades, la primera ciudad en el extremo occidente del Mediterráneo, pasadas las Columnas de Hércules, data su antigüedad en torno al año 1.100 antes de Cristo. La vieja Gadir era el punto final de un periplo por el Mare Nostrum que comenzaba en las ciudades-estado de Tiro y Sidón y que bordeando ese mar interior, hacía escalas en las actuales Grecia, Italia, sus islas, Francia, Ibiza y las costas levantinas y andaluzas, para volver desde Gadir, por el norte del Magreb y Libia, de regreso a las costas fenicias, hoy Líbano, aprovechando las corrientes del Estrecho.
No es descabellado pensar que hasta Fenicia hubieran llegado los ecos de una civilización avanzada y estructurada, aunque ya en fase decadente, asentada en el sur de la península: Tartessos. Cuando los fenicios llegaron a la isla gaditana, conocieron, sin duda, parte del esplendor de Tartessos, el enigmático estado de las proximidades de las desembocaduras de tres ríos Guadalete, Guadalquivir y Guadiana y, junto a aquellos restos fundaron la ciudad, que luego fue aliada y finalmente una de las más importantes del Imperio, hasta el punto que la calzada más destacada de todas las grandes construcciones, fue la vía de Gades a Roma.
En el sur peninsular, los fenicios establecieron puertos de abastecimiento y refugio equidistantes entre sí, de manera que la navegación era segura. Así fueron naciendo asentamientos portuarios, unos desaparecidos y con escasa importancia y otros relevantes no sólo para los fenicios, sino para las civilizaciones posteriores. Nacen, casi de manera simultánea, Baria, Abdera, Sexi, Malaca, Carteya.
Los fenicios se asentaron y fortificaron Abdera, situada sobre un montículo alargado en dirección norte-sur, que se adentraba en el Mediterráneo en la desembocadura del río -hoy Río Adra- cuyo delta formaba una pequeña bahía natural, a resguardo de los vientos de poniente y levante.
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Año 2004, Cerro de Montecristo. En primer plano el antiquísimo horno Parte de los hallazgos romanos. Al fondo edificio recientemente construido
En aquel cerro, hoy desmochado, no sólo se instalaron factorías para salazón, sino talleres de alfarería y fundición, y un núcleo de población que, posiblemente, se extendiera hacia el poniente (hoy barrio alto de Adra), y hacia el norte, en el Cerro 'Montecristo' y el monte bajo interrumpido por la construcción de la Autovía del Mediterráneo. En la memoria de los abderitanos, el Cerro de Montecristo es la referencia para fijar la antigüedad de Adra, contrastada por los expertos en el siglo VIII antes de Cristo, ya que no se han descubierto evidencias anteriores para hacerla coetánea, como sería lo lógico, con Gadir.
En los siglos XVII y XVIII de nuestra Era, la importancia arqueológica del Cerro de Montecristo es reflejada en obras de eruditos de la época que destacan los restos romanos, a los que hace referencia el Diccionario de Pascual Madoz, a mediados del XIX.
Los grandes propietarios que se afincaron en Adra para la explotación de los ingenios del Azúcar y la fundición de plomo, sí valoraron esa importancia y en sus colecciones privadas figuran buena parte de piezas extraídas del Cerro y su entorno, dando éstas una ligera idea de la riqueza arqueológica del enclave.
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Restos de muralla de la época fenicia
Aficionados e investigadores en tareas sin organización y sin el más mínimo control han hecho desaparecer centenares de piezas de ajuar, numismática, cerámica, decorativa o instrumental, desde el siglo XVII hasta nuestros días. Sólo en contados casos, como la tarea de recopilación de objetos y clasificación del ingeniero francés Francois Octobon, en los años 60 que llegó a tener numerosas cajas llenas de objetos arqueológicos del Cerro de Montecristo y que tras su marcha a Francia, pretendió entregar al Ayuntamiento de Adra y algunas se 'perdieron' en el camino de una calle a otra, son trabajos dignos de mención. En el año 2000, la familia de Octobón hizo entrega de algunas cajas de que pudo 'salvar' para el futuro Museo Arqueológico de Adra.
Desde la década de los sesenta, fueron muchos los abderitanos que sólo o en grupos, incluso de estudiantes llevados por sus maestros, subieron al cerro para excavar y apropiarse de lo encontrado. Pero tras eso, las únicas excavaciones arqueológicas dignas de esa denominación son las llevadas a cabo por Manuel Fernández Miranda en 1970 y 1971 y las que vienen realizando equipos en los que participó o dirigió el arqueólogo José Luís López Castro, desde 1986 hasta la actualidad.

En los últimos años, la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Adra se han interesado por el Cerro de Montecristo, cofinanciado por la Unión Europea, proyectos de estudio y catas, que están dando excelentes resultados, porque la destrucción sistemática no ha podido acabar con los cimientos de aquella civilización.
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2009. Nuevas edificaciones sobre el Cerro de Montecristo
No obstante, la carencia de un plan de actuación global en el recinto arqueológico y su entorno hacen que los efectos de esos planes queden minimizados o incluso puedan ser estériles. Las viviendas sociales construidas (hoy calle del Molino) en todo el frente sur del Cerro de Montecristo acabaron con importantes vestigios, que algunos vecinos aún recuerdan, como dos grandes arcos bajo el cerro, justo donde en estos meses se ha limpiado un horno romano y ha aparecido un lienzo de sillar de la muralla fenicia.
La declaración del recinto arqueológico como Bien Cultural andaluz no ha impedido que la propia administración permita la construcción de nuevas edificaciones, una de ellas justo en la línea que debería seguir el lienzo de muralla fenicia encontrada, levantando un edificio de cuatro plantas, entre esta muralla y las piletas romanas de salazón, que testimonian la importancia de Abdera como factoría exportadora de pescados y salsas en la época romana, en la que llegó a tener ceca propia, acuñándose las monedas con el templo tetrástilo con columnas sustituidas por dos atunes.

El destrozo del Cerro de Montecristo es evidente, en donde no se respeta la norma de recintos arqueológicos ni por los mismos que deben protegerla. Un cinturón de nuevas construcciones asfixia toda el área y aumentan sin miramientos corralizas y patios traseros a las edificaciones y en lo más alto del cerro, las tareas de construcción de tres invernaderos, roturaron la tierra y siguen labrando, bajo la que está la más preciada joya arqueológica.
Los intereses privados por una parte, los económicos por otra y la incultura sobre todo ello, son las losas que ocultan, cuando no destruyen para siempre, un legado que no pertenece a una generación concreta, sino que es la referencia, el punto inicial para nuestras señas de identidad.

jueves, 24 de enero de 2013

Adra "Linda Gaviota" 1995

Aquí dejo más videos de Adra, de hace unos años:

 
 
 

martes, 22 de enero de 2013

Video promocional de Adra I


sábado, 19 de enero de 2013

Fábrica de conservas "Santa Isabel"

 
Fernando García Espín había pedido en su día un préstamo al Banco Español de Crédito (BANESTO) para comprar la fábrica. Al ser éste asesinado, no pudo hacer frente al pago de esta deuda. El banco no había realizado escritura a favor de García Espín por lo que hizo un embargo preventivo del inmueble.

Para liberar el embargo de la fábrica hubo que pagar 198.000 pesetas. El empresario virgitano Joaquín Vázquez llegó a un acuerdo con el Banesto y compró la fábrica con un documento privado. Al no haber escritura hipotecaria, Vázquez realizó la operación asesorado por el notario Nicolás de Prados. De Prados, que era abogado, se hizo célebre por ganarle un pleito al Conde de Romanones siendo este último Jefe del Gobierno.

A partir de éste momento, hacia el año 1941, la fábrica consolida el nombre de Santa Isabel, en honor a la suegra de Joaquín Vázquez. Como en el caso de Fernando García Espín, el nombre de Isabel está muy vinculado a la familia. El encargado de dirigir la fábrica durante más de 55 años es el también virgitano afincado en Adra, Pedro Navarro Salmerón. Pedro Navarro dirigirá la fábrica hasta el cese de su actividad conservera en 1997.
Envase de lata de membrillo de Conservas Santa Isabel.
Envase de lata de membrillo de Conservas Santa Isabel.
 
La fábrica funcionaba a la manera de las del siglo XIX en cuanto a maquinaria. Un eje recorría toda la nave de lado a lado. La energía producía una transmisión que recorría la nave entera. Esta transmisión central tenía una velocidad.

El diámetro de la correa de transmisión de cada maquinaria dependía de la velocidad que se le quisiera dar al funcionamiento de cada una. Mediante un sistema de poleas, si se utilizaba un diámetro muy grande arriba, mandaba mucha velocidad abajo. Si lo que se necesitaba era más fuerza y no tanta velocidad, se utilizaba un diámetro pequeño.

La luz eléctrica la proporcionaba un motor de gas oil aplicado a una dinamo que era el encargado de producir alumbrado, porque en la fábrica no había luz eléctrica. La maquinaria se arrancaba por la mañana y estaba ocho horas diarias en funcionamiento.
Vista aérea de la fábrica a finales de los años 50 cuando estaba rodeada por la vega, a las afueras de Adra.
Vista aérea de la fábrica a finales de los años 50 cuando
estaba rodeada por la vega, a las afueras de Adra.
 
La antigua fábrica, con una superficie de 27.000 metros cuadrados se amplía. Se adquieren otros 3.000 metros cuadrados más para la construcción de una futura casa, un secadero de pescado y el cultivo de los planteles de los tomates para conserva que luego se facilitaba a los agricultores de La Alquería.

La techumbre de la fábrica, que originariamente era a dos aguas con cubierta de teja valenciana se modificó. El techo fue recrecido y se hizo plano, porque la caída de tejas suponía un peligro durante los días de mucho viento, al pudrirse el alambre que las sujetaba y quedar sueltas.

En su dilatada vida Conservas Santa Isabel estuvo permanentemente en activo, salvo en el periodo octubre-diciembre de 1973, fecha en que la fábrica debió recuperarse de
los destrozos ocasionados por las inundaciones que asolaron Adra en 19 de octubre de aquel año. La fábrica, emplazada junto al camino de la Alquería (antiguo curso bajo del río Adra) soportó el embate de las aguas durante más de cuatro horas, hasta que finalmente su muro lateral Este cedió y la gran riada penetró en las instalaciones alcanzándose en algunos lugares de la fábrica un nivel del agua superior a los 2,40 metros.
Riada de octubre del 73. A la derecha, la chimenea de la fábrica de conservas.

Riada de octubre del 73. A la derecha, la chimenea de la fábrica de conservas.
 
El agua se llevó unos 62.000 kilos de distintos productos de conservas embaladas y listas para su comercialización. Las pérdidas económicas ascendieron a más de 35 millones de pesetas de la época. Aún así Santa Isabel continuó fabricando conserva durante 24 años más.
 
latasLa Fábrica de Conservas Santa Isabel cerraba sus puertas a finales de 1996, tras más de medio siglo de actividad en la elaboración de varios productos de reconocido prestigio y calidad. Esta industria nació como primitivo ingenio de azúcar y se convirtió a principios de los años 30 en industria de elaboración de conservas vegetales, con el empresario Fernando García Espín.
 
Tras la Guerra Civil y el asesinato de su fundador, fue el empresario Joaquín Vázquez Vázquez el que puso de nuevo en funcionamiento la empresa, ampliando su actividad a las conservas de pescado y manteniendo durante algunos años la fabricación de conservas vegetales. Durante los primeros 20 años de esta nueva etapa, la fábrica logró que esta empresa se hiciese un sitio de prestigio dentro de la industria conservera en España y Europa gracias a sus alimentos de gran calidad. Durante ese tiempo, la empresa simultaneó la producción de conservas vegetales y de pescado. Luego, las conservas de pescado coparon la actividad empresarial y se convirtieron en ejemplo para conservas Garavilla.
St Isabel Paquetera
La sucesión fallida de Opepesa, una conservera que pretendía recoger el testigo de Santa Isabel, provocó la irreparable pérdida en este sector productivo de larga tradición en Adra. Durante más de medio siglo de actividad, la fábrica sobrevivió a la Guerra Civil, al embargo de las instalaciones al comienzo de la posguerra y a la destrucción parcial en la riada de 1973. La desaparición en su día de la fábrica de Conservas Santa Isabel acabó con una tradición conservera de pescado que se remonta al garum y salazones de la Abdera romana.
 




 
 
 

viernes, 18 de enero de 2013

Historia de la Iglesia de Adra...

El quince de octubre de 1501 se sanciona en Granada la elección parroquial de la diócesis granatense, en la que se encuentra la de Santa maría de la Encarnación de Adra, a cuya jurisdicción pertenecerá hasta el año 1956, en que pasa al Obispado de Almería.
La iglesia de Adra se sitúa dentro del primitivo recinto amurallado que mandó construir en 1505 la Reina Juana I coincidiendo con la concesión de "Privilegios y Exenciones Fiscales".
La primitiva iglesia consistía en un templo de nave única, cubierto con armadura y torre a los pies, que cobijaba en su parte inferior la capilla bautismal. Esta iglesia tendría su emplazamiento en el espacio que hoy ocupa la nave central.
El considerable aumento de población que se produce en Adra con la pesca de jábega y, especialmente, a raíz de la introducción del cultivo de la caña de azúcar en las últimas décadas del siglo XVI hará que este templo se quede pequeño, por lo que en 1595 el arzobispo D. Pedro de Castro decretó su ensanche. La ampliación, que se llevó a cabo en la última década del siglo XVI, consistió en adosar a la primitiva iglesia una cabecera con un perímetro exterior rectangular que engloba el transepto, la capilla mayor y dos salas colaterales. Las cubiertas se resolvieron con bóvedas de ladrillo y sin tejados, para evitar que la iglesia se incendiase en un posible ataque de corsarios. Pese a su emplazamiento que se encontraba dentro del recinto amurallado de la villa, la condición de población costera de ésta, situada en la frontera marítima frente al Islam, hacia necesario adoptar este tipo de medidas preventivas.
La toma de la villa de Adra el 14 de octubre de 1620 por una flota turco-berberisca, demostró que la amenaza marítima era real. Durante el asalto saquearon la iglesia “y a todo pegaron fuego y con tales deseos que a no ser de bóveda quedara irremediable…”.
Entre las tallas que quemaron se hallaba una de San Nicolás, lo que prueba la antigüedad de la devoción a este santo desde antiguo, que no sería sin embargo convertido en patrón oficial hasta el año 1865. En el asalto, los piratas turcos arriaron las tres campanas para llevárselas como parte del botín, aunque la más grande la abandonaron en la Puerta del Mar por no poder transportarla.

El estado de ruina que presentaba y el miedo a nuevos ataques, harán que el arzobispo D. Garcerán Albanell acuda de inmediato a su reparo y, entre otras medidas, decreta “que se haga un parapeto encima de lo alto de la yglesia lo que fuere suficiente para que la gente que subiere a lo alto de la iglesia esté sigura de los moros…” Las obras, que se llevaron a cabo entre 1621 y 1623, consistieron en dos antepechos, uno que circundaría las bóvedas de los brazos del transepto y capilla mayor, y otro ochavado sobre el crucero, con dos saeteras en cada lado. Con ello se acentuó el carácter de iglesia-fortaleza que ya tenía el templo tras la construcción de la cabecera.
El crecimiento económico del siglo XVIII tuvo como consecuencia inmediata un aumento de la población, por lo que otra vez el templo quedó pequeño. La nueva ampliación se hizo en la segunda mitad de esta centuria y estuvo marcada por retraso y problemas en la ejecución. Consistió en el derribo de la iglesia de principios del siglo XVI y la construcción de las tres naves actuales. En la cabecera se aumentó la profundidad de la capilla mayor y la sacristía, al tiempo que se levantó la nueva torre en el actual emplazamiento.
A comienzos del siglo XIX se construye el camarín y es posible que sea entonces, o tras la última ampliación, cuando pasó la titularidad de la parroquia a la Inmaculada Concepción, que ya contaba en 1591 con una cofradía.
En 1804, un nuevo acontecimiento trágico afectó al templo parroquial. El 25 de agosto se produjo un terremoto de gran intensidad que fracturó los arcos y la torre, quedando el templo sin uso. En los años posteriores se arreglaron los desperfectos y se derribó la torre, que se volvió a levantar siguiendo en el cuerpo de campanas el modelo de las torres de la iglesia de Albuñol.
A partir de entonces, las obras realizadas estuvieron encaminadas al mantenimiento del edificio, y en poco van a cambiar su fisonomía hasta la actual restauración.
Entre la numerosa imaginería que conserva el templo parroquial de Adra, destaca la talla del Cristo de la Expiración, situada en la antigua capilla del vicario D. Juan Ginés de Espinosa.
El 30 de diciembre de 1622 se registró, mediante protocolo notarial, el contrato entre el licenciado Juan Ginés de Espinosa y el escultor Alonso de MENA, para la hechura de un Cristo, y otra de San Sebastián con sus andas, que tendrían que estar acabadas en agosto de 1623. La realización de estas tallas se inscribe dentro del programa de reconstrucción de la iglesia parroquial que siguió al asalto turco-berberisco de 1620, puesto que del saqueo solo se pudo salvar una imagen de la Virgen y la Custodia.
Resulta comprensible que se acudiera para la contratación de nuevas imágenes al escultor que poseía el taller más importante de la ciudad de Granada en esos momentos y que, además, estaba vinculado familiarmente con nuestro pueblo, ya que su esposa, Dª Juana de Medrado y Cabrera, era natural de Adra y poseía propiedades en ella.

En 1804 la iglesia sufrió importantes daños causados por un fuerte terremoto sobre todo en el último cuerpo de la torre del campanario.

El cementerio viejo, localizado en las traseras de la iglesia al final de la calle "La Gloria" se mantuvo hasta que fue trasladado a su emplazamiento actual hacia 1833, debido a su escasa capacidad y a los consiguientes problemas de salubridad.
Uno de los principales elementos de la iglesia, fue el órgano, reparado en 1880 por encargo de Tomás Heredia. Por su teclado pasaron personalidades como Oscar Camps, célebre pianista y compositor catalán que fue durante varios años organista titular de la iglesia y director de la banda de música de Adra.
A Oscar Camps y López le sustituye un discípulo suyo, Leopoldo Segado Aquino, al marchar el músico catalán a ocupar en 1879 la plaza de organista de la catedral de Manila en Filipinas.

Segado Aquino, que había sido profesor del conservatorio de música de Valencia, tuvo una alumna aventajada que con el tiempo también se convirtió en organista improvisada, dada su capacidad musical y su gran actividad vital en pro de la organización de actuaciones musicales para recaudar fondos para destinarlos a los más desfavorecidos: Matilde Cano Rodriguez, madre del genial compositor Angel Ortíz de Villajos Cano.

El órgano de la iglesia fue destruido en la madrugada del 20 de marzo de 1934 tras un incendio provocado en el que la iglesia quedó destruida parcialmente así como algunas imágenes como el Cristo en el santo Sepulcro. El Cristo de la Expiración resultó seriamente dañado y fue trasladado a Granada para su restauración. La imagen de la Inmaculada Concepción protegida por una cristalera en su camarín, se salvó de las llamas aunque la cristalera reventó.

La mayor parte de las figuras e imágenes de la iglesia se salvaron gracias a la labor de las hermanas Dolores y Genoveva Pérez García. Hijas de Tomás Pérez Aquino y primas hermanas de Leopoldo Segado Aquino, escondieron buena parte de los santos y demás imágenes en los bajos de su casa (Natalio Rivas 1) durante la contienda.

Conocida esta decisión por los más extremistas, recibieron la orden de devolver las imágenes a cambio de salvar su vida. Tras una dura negociación en la que aprovecharon su influencia en el grupo por haber sido catequistas de muchos de ellos, los exaltados acceden a llevarse las imágenes de San Nicolás (que fue tristemente ahorcada y destruida) y la de San Marcos (que corrió la misma suerte) a cambio de respetar otras más valiosas como la de la propia Inmaculada Concepción.
 
Desde el 20 de marzo de 1934 hasta pasada la Guerra Civil, la iglesia, que fue convertida en un almacén, no volvió a ser sede de ningún acto religioso.

jueves, 17 de enero de 2013

Torre de los Perdigones



Se trata de los restos de la fundición de plomo de San Andrés, del siglo XIX. Obra de ingeniería que mide 45 metros de altura, considerada como la imagen "emblemática" de la ciudad.

Representa todo un símbolo para Adra, siendo frecuentemente su reproducción en logotipos, carteles, etc., alusivos a la ciudad. En ella se elaboraban perdigones obtenidos del enfriamiento del plomo derretido que se dejaba caer desde su parte más alta.
 
 
 

martes, 15 de enero de 2013

Cien años del puerto de Adra

El 7 de noviembre de 1911 comenzaban las obras del puerto de Adra, concebido como el puerto de la Alpujarra, gracias a la labor desplegada por los políticos, conservador y liberal, José Bellver Oña y Natalio Rivas Santiago. Se iniciaba una larga travesía de cien años en la que se sucedieron modificaciones y proyectos para solucionar problemas constructivos de todo tipo, hasta llegar a nuestros días. En todo este tiempo la fisonomía del puerto ha sufrido una gran transformación, para pasar de una actividad netamente comercial y pesquera a otra que desarrolla su espacio como puerto deportivo.


El puerto y la ciudad de Adra tienen una alianza de desarrollo mutuo, provocando su construcción la aparición de nuevos terrenos ganados al mar, que se han convertido en el lugar donde se concentran la mayoría de los equipamientos públicos del municipio (centros de enseñanza, áreas deportivas, ambulatorio, aparcamientos). Gracias a este puerto urbano, Adra es una ciudad volcada al mar.
 
Algunas fotos de cómo ha ido cambiando  a lo largo de estos cien años: